Una tierna postal. Un niño con autismo se convirtió en el protagonista de la audiencia general celebrada por el Papa Francisco: el pequeño se separó de su madre, subió al estrado, se divirtió y quiso llevarse el solideo (gorro) del pontífice.
Incluso, el niño llegó a ocupar durante unos momentos la silla reservada al regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, Leonardo Sapienza. La Guardia Pontificia le indicó al niño que tenía que bajar y volver a donde estaban sentados sus padres. Sin embargo, Francisco intervino y dijo que los niños «actúan según les dicta el corazón«.
El pontífice no le entregó su solideo, pero le regaló otro igual al pequeño, quien regresó feliz hasta el lugar donde estaba su madre.
El Papa expresó que el niño ha actuado con «libertad» al «acercarse y moverse como si estuviera en casa» y le ha agradecido este gesto espontáneo «porque los niños no tienen un traductor automático del corazón a la vida, los niños continúan«. A continuación, ha pedido «que el Señor lo ayude en su limitación y en su crecimiento«. Y luego prosiguió con la catequesis sobre la Carta de San Pablo.
¿QUÉ ES EL AUTISMO?
Es un trastorno neuropsiquiátrico, que generalmente se manifiesta durante los tres primeros años de vida, y se caracteriza por el aislamiento social, dificultades para comunicarse (lenguaje, mímica) y patrones estereotipados de conducta, es decir, gestos o expresiones que se repiten sin variación.
El trastorno del espectro autista es una afección relacionada con el desarrollo del cerebro que afecta la manera en la que una persona percibe y socializa con otras personas, lo que causa problemas en la interacción social y la comunicación.
El autismo no es una enfermedad, sino una condición, por lo tanto no se cura.
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